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EL Gran Artista

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A escasos ocho meses de vida cayó en sus manos el primer instrumento de dibujo, un lápiz de colores medio gastado que encontró por el suelo mientras se revolcaba. Por instinto lo cogió, y con alguna enseñanza o ayuda externa consiguió tomarlo en su puñito casi recién nacido y apoyarlo contra un papel. De allí nacieron las primeras rayas de su trayectoria artística. Fue el típico dibujo de niño muy pequeño, que por facilidad acaban siendo círculos y círculos (es el movimiento más sencillo y natural, girar las articulaciones) Este rallado fue el inicio de una larga carrera. Pronto dibujaba como todos los niños de su edad; mal. Pero a la edad en que todos lo dejan él siguió. Pronto comenzó a destacar. Su secreto era la observación. Se fijaba en todo lo que le rodeaba. No perdía detalle, y trataba de plasmar todo en papel, mesas o cualquier superficie susceptible de ser pintada. Su técnica se fue agilizando con los años. Pronto fue considerado un pequeño artista entre los más allegados, pero entonces entró en juego su ego, y sus convicciones. Para él todo lo que nos rodea no podía ser producto del azar pues, era demasiado elaborado. Creía por tanto en algún ser superior, llámalo Dios, llámalo energía o algo semejante, pero por fuerza debía existir un gran artista, el más grande de todos los tiempos, que hubiera creado el mundo y el resto del universo. Tenía un control de las texturas y las sombras y un nivel de detalle fuera de serie, pero en última instancia todo era como una gran animación, los píxeles eran lo que nosotros llamamos las partículas elementales y todo era regido por un potentísimo ordenador que ordenaba lo movimientos y nos dotaba de cierta inteligencia artificial. La aspiración de este artista era encontrar un fallo a esa creación y entonces poder demostrar que él era capaz de hacerlo mejor. Pero pasaba una cosa. Él era mortal, y el supuesto artista creador era inmortal, por lo que contaba con una gran ventaja. Por eso se alegró soberanamente cuando, rondando ya la cincuentena encontró ese fallo en la creación. Fue nada, un segundo, una sombra mal puesta que se corrigió casi al instante, pero eso bastó. Sus creencias se reafirmaron y, al saber él lo que sabía, a su creador no le quedaba más que saberlo, pues todo gran artista “siente” lo que sienten sus obras preciadas y, no cabe duda, de que una obra tan perfecta debía ser muy preciada para él. Pero se había descuidado, y una de sus inteligencias artificiales había conseguido encontrar un fallo a su gran obra. Que irónico, un personaje de su enorme cuadro criticaba un fallo técnico del mismo. No criticaba los actos de otras inteligencias. O la multitud de cosas feas inventadas en esa gran obra, criticaba un fallo real, algo que no podía ser hecho a propósito un pequeño gran error. El Creador lo supo al instante y llevó a su creación, nuestro artista, a su presencia, para felicitarle por ser el único en milenios que había descubierto un fallo. En ese momento hizo entrada su Ego, y su amor propio; El gran artista retó al Creador. Dijo que él podía hacer un mundo mejor y sin absolutamente ningún fallo, pero que necesitaba tiempo, necesitaba por menos el mismo tiempo que había necesitado el creador para hacer este mundo. A todos los artistas les gustan los retos, y el Creador aceptó la petición sin dudar demasiado. Sólo puso un condición, cuando acabase la obra moriría como todas sus creaciones, y no le molestaría. Además, juró, picado en su orgullo por el fallo descubierto y por el reto, que vigilaría estrechamente todos los posibles fallos técnicos de la obra que nuestro gran artista se disponía a crear. Así fue como consiguió una larguísima vida este gran artista. Tras varios milenios, como esperaba el creador primigenio, se descubrió un pequeño fallo en la obra del artista que retó al creador. En ese mismo momento acabó su vida eterna y volvió a la cincuentena de su antiguo mundo, donde vivió su anodina existencia hasta el fin de sus días. Dejó de crear, ya había hecho una obra inigualable, y no quería mancillar sus manos con obras materiales como las que hacía antaño, prefería el recuerdo. Sucedió por aquel entonces que el Creador, que había decidido en su enfado destruir el nuevo universo que le superó durante milenios, embelesado por la belleza de la obra que este gran artista había creado, decidió mantenerla intacta. Quizás fue por los miles de años que llevaba observándola detenidamente en busca de ese pequeño fallo que finalmente encontró. Quién sabe. El caso es que, enamorado de esta obra se cerró en sí mismo y se dedicó a la observación pura, sin irrumpir ni modificar en absoluto esa gran obra de arte. Vio al hombre nacer, crecer, crear y destruir poco a poco esa gran obra, vio bellos paisajes y curiosos animales. Vio a esa inteligencia emergente igual que había visto a la que él creó. Les vio adorando a diversos dioses creadores y se lamentó. Dios, vuestro Dios y Creador, está muerto; yo mismo le maté, yo mismo, el denominado Dios delvuestro Dios. Ahora sois libres. Ya estáis listos para vivir sin dioses, ya podéis tener un artista capaz de retar al creador, pero esta vez no habrá oportunidad. Ya no hay Dios para vosotros, si creáis, hacerlo en la obra de arte que habitáis, y mejorarla, aun cuando es casi imposible, pero nunca podréis crear otra cosa semejante. Dicho esto se retiró para siempre, y así termina esta historia.
Es una pequeña locura acerca de como un gran artista retó a dios, desafiandole con la idea de que él podría crear un mundo mejor que el actual, si Dios le dejaba el tiempo preciso.
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